El llamado proyecto Cruzivax implica el desarrollo de una vacuna que se administra de forma intranasal, que previene la infección por Trypanosoma cruzi, el parásito que provoca la enfermedad de Chagas que afecta a más de 8 millones de personas en todo el mundo, con 1,5 millones de infectados en Argentina.
La enfermedad de Chagas es transmitida por las vinchucas que contienen al parasito en sus heces, e ingresa al organismo por la picadura o las mucosas. De ambas formas traspasa el parásito unicelular Trypanosoma cruzi, que es el causante de la enfermedad. Otras vías de contagio es por transplante de órganos, transfusión sanguínea, o de una madre a su feto. También puede transmitirse por consumo de alimentos y bebidas contaminadas con las heces de la vinchuca.
La vacuna, que se encuentra en etapas preclínicas, se aplicará mediante un spray nasal, como una de las vacunas que ya existen para la gripe, y similar al que se utiliza para la congestión nasal, o por quienes tienen problemas de rinitis. Se busca llegar a través de la mucosa nasal debido a que cuentan con un sistema inmune de mucosas, que puede desencadenar una respuesta de anticuerpos importante, que luego pasan al torrente sanguíneo.
Una quimera genética
“La vacuna se basa en una proteína recombinante quimérica llamada Traspaína, construida por ingeniería genética empleando el ADN de porciones de tres antígenos parasitarios y un adyuvante de última generación denominado di-adenosina monofosfato cíclico (CDA)”, explicó Emilio Malchiodi, investigador UBA/Conicet y profesor titular de Inmunología en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires.
Malchiodi es el director del Instituto de Estudios de la Inmunidad Humoral de la UBA/Conicet, y director del proyecto Cruzivax en Argentina. Este último inició los trabajos experimentales en animales a mediados de 2019, los cuales se vieron seriamente afectados por la Pandemia de COVID-19. En parte por las restricciones, y principalmente porque todos los científicos del mundo encauzaron sus esfuerzos hacia una solución a la crisis sanitaria mundial en la que nos tiene inmersos el coronavirus.
“Luego de años de trabajar en la identificación de una vacuna”, afirmó Malchiodi, “logramos desarrollar un antígeno vacunal por ingeniería genética a partir de porciones de tres proteínas del parásito, que resultan importantes para infectar y penetrar en las células humanas. Este antígeno quimérico, que llamamos Traspaína, en combinación con un adyuvante de última generación, demostró ser protectivo contra la infección por Trypanosoma cruzi”.
Esta llamada quimera, que es la unión de porciones de tres antígenos en uno diseñado genéticamente, resulta una ventaja no sólo inmunológica, sino también económica. Al estar todo en uno, reduce mucho los costos de producción, y por ende, el precio final de la vacuna.
Pero no sólo es novedoso y original el sistema inmunológico de la vacuna, sino también la forma en que será aplicada. No se dará con una inyección, como la mayoría de las vacunas, sino que se utilizará un spray nasal. Para un parásito que entra por piel y mucosas es importante y eficiente desencadenar la respuesta inmune por esa vía.
“Nos aprovechamos del sistema inmune de mucosas, que puede generar una respuesta inmune importante que luego se hace sistémica”, explicó Malchiodi. “Es decir, aparecen los anticuerpos en la mucosa nasal, y luego en el torrente sanguíneo. Es lo que se conoce como recirculación linfocitaria entre todas las mucosas”.
El equipo de Malchiodi viene trabajando en esta vacuna desde hace varios años, pero desde 2019 arrancaron con las etapas preclínicas que incluyen experimentación con animales. Actualmente están abocados a en la evaluación de la seguridad y de la eficacia de la vacuna, pero para el inicio de las pruebas en humanos faltan varios años todavía.
Al mismo tiempo que avanzan en esta vacuna, el equipo de Malchiodi ha colaborado con la lucha contra COVID-19, y están trabajando en otras dos vacunas, una para la fiebre amarilla y otra para la leishmaniasis, dos enfermedades también producidas por parásitos.
El proyecto Cruzivax recibió apoyo económico europeo, y está formado por un consorcio internacional de 11 grupos de investigación y desarrollo con capacidades complementarias, incluyendo al de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, tres grupos en Portugal, uno en España, otros en Francia, Hungría, Alemania y Bélgica.