La identificación genética de una persona, el poder distinguir uno de otros, comenzó a utilizarse en Gran Bretaña en 1985, a nivel civil, y en 1987 en el primer caso criminal. El análisis de ADN se usó en aquel entonces por primera vez, para identificar y condenar al homicida Collin Pitchfork, que había violado y estrangulado a dos adolescentes en Inglaterra.
Por esa misma época, el biólogo Daniel Corach, doctorado no hacía mucho en la Universidad de Buenos Aires, comenzó a aplicar las técnicas de identificación de individuos en Argentina, formando lo que sería el Servicio de Huellas Digitales Genéticas, en una diminuta sala del cuarto piso del Hospital de Clínicas.
Pocos años después, pasaron al área que ocupan actualmente en el séptimo piso de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. Hoy, el laboratorio cuenta con tecnología de punta, renombre internacional, y analiza un promedio de 3500 a 4000 muestras al año, de aproximadamente unos 500 casos, entre civiles y criminales. La mayoría de las muestras suele estar relacionada con casos de violación.
De las más de 16.000 pericias que han realizado a lo largo de 30 años, el servicio ha estado presente, incluso, en diversos sucesos que marcaron a la sociedad argentina. Participaron en desastres en masa, donde había que identificar a decenas y cientos de personas, como los atentados terroristas de la Embajada de Israel, en 1992, o la AMIA, en 1994, pasando por accidentes aéreos como el de LAPA en 1999 y la tragedia de Sol, en Neuquén, en 2011.
También en casos criminales de renombre, como el asesinato del Soldado Carrasco, en 1994, que puso fin al servicio militar obligatorio; el suicidio del empresario Alfredo Yabrán, en 1998; la identificación de los acusados de matar a las turistas francesas Cassandre Bouvier y Houria Moumni, en Salta, en 2011; y el asesinato de Ángeles Rawson, en 2013, que desembocaría en la participación del servicio en la reglamentación de la ley que lleva su nombre, para un registro nacional de datos genéticos de violadores.
Identificando con los genes
Hoy en día, es algo de lo más normal ver cómo un detective de cualquier serie policial de la televisión obtiene una muestra de ADN de diferentes fuentes, ya sea de una mancha de sangre en el suelo, un cabello dejado en una cama, una marca de saliva en un vaso, o del sudor de una huella dactilar dejada en un vidrio. Y eso suele ser suficiente para encontrar al culpable, ¿cómo ocurre eso?
El genoma de cada individuo, es decir, el conjunto de todos sus genes, contiene la información para identificarlo de forma unívoca. A la vez, aporta la información suficiente para relacionarla con otras personas, buscando similitudes como sucede entre parientes, utilizado en casos de paternidad o de herencias.
Toda esa información está presente en nuestro ADN, el cual podemos encontrar en cada una de nuestras células, como por ejemplo, la célula de una uña, de nuestra saliva, de la mucosa de la nariz, de un cabello, o de una mancha de sangre u otros fluidos como semen, utilizado en casos de violación.
Las técnicas de genética forense se valen de marcadores que se encuentran en partes del genoma, pequeños fragmentos de ADN. Lo que buscan es ver cuántas veces se repiten esos marcadores, que da como resultado lo que se conoce como huella digital genética única, que permite identificar a individuos entre sí, diferenciarlos y relacionarlos. Algo vital, en la actualidad, para la justicia en la resolución de casos civiles y criminales, pero que hace tan sólo 30 años, no existía.
Servicio de Huellas Digitales Genéticas
“Yo arranqué con técnicas de identificación genética en ratones en mi tesis de doctorado”, nos contó el biólogo Daniel Corach. “A fines de los 80s empecé a poner a punto técnicas para pasar a humanos el modelo que había hecho para ratones. En mi trabajo original discriminaba entre especies diferentes que no se las podía diferenciar a nivel visual. Especies que eran muy similares y que tenían que ver con la fiebre hemorrágica argentina”.
Daniel Corach estudió biología en la Universidad de Buenos Aires, y se doctoró en la misma. Se desempeñó como investigador de la UBA y del Conicet desde entonces, así como en la docencia en la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, donde es actualmente profesor de la cátedra de Genética Forense y Biología Molecular. Pero siempre, desde el Servicio de Huellas Digitales Genéticas, que fundó un 5 de noviembre de 1991.
“Sobre esa base que tenía desde mi doctorado, hacía muy poco, en el 85, se había descubierto que entre humanos había características genéticas diferenciales”, continuó Corach con su hablar pausado. “Entonces empecé a tratar de poner a punto esas características usando diferentes tipos de técnicas, para ver si se podía implementar algo que nos permitiera ofrecer un servicio aquí, en el país”.
El trabajo que realizó Corach durante sus inicios como investigador del Conicet y de la UBA, llamó la atención de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que quiso conocer a fondo la técnica, tan novedosa para la época.
Tras una reunión del decano de la Facultad de Farmacia y Bioquímica con el decano del cuerpo médico forense de la Corte, le pidieron una prueba de que las técnicas de identificación funcionaban. La prueba consistía en identificar a las decenas de víctimas del atentado terrorista a la Embajada de Israel en Argentina, de 1992.
En el mundo, la aplicación de esas técnicas de identificación genética era algo novedoso, muy experimental, y recién empezaba el uso de marcadores de ADN para medicina forense. Pero el flamante Servicio de Huellas Digitales Genéticas pasó la prueba, y “comenzaron a llover muestras”, en palabras de Corach. A partir de ese entonces se formó un vínculo con el cuerpo médico forense de la justicia nacional, y en 1993 se estableció un convenio con la Corte, que se fue renovando anualmente hasta la actualidad.
El Servicio consiste en el análisis de muestras de ADN que llegan a su laboratorio anonimizadas, a fin de no influir en quienes realizan el estudio. Esas muestras pueden ser parte de casos civiles o criminales, los primeros suelen ser vínculos biológicos de parentesco, como los de paternidad, o relacionados a herencias. Los casos criminales establecen la posible vinculación de una persona en un delito a través del relevamiento de muestras que llegan al servicio desde los poderes judiciales de la nación.
“Las muestras suelen ser a partir de sangre, tejido muerto, vivo. La mejor muestra es a partir de la uña, el pelo es lo peor para muestra de ADN”, explicó Corach. “El pelo sirve para un tipo particular de marcadores que es el ADN mitocondrial, que también hacemos aquí”.
“En 2010 nos dieron la exclusividad para investigación de identidad genética en el ámbito penal”, continuó el biólogo. “Así es que toda la parte criminal la hicimos nosotros. Seguimos así actualmente, si bien la Corte ahora ya tiene su propio laboratorio. Así es que en poco tiempo, ese trabajo ya no pasará por nosotros, sino que lo harán ellos mismos”.
30 años de historia
Pero los aportes del servicio no sólo se quedan en los análisis de laboratorio, sino que brinda asesoramiento técnico y científico, formación profesional, así como de investigación científica.
“La parte de formación e investigación del servicio es importante, con decenas de profesionales formados en el laboratorio, y más de 150 trabajos científicos de investigación publicados. No sólo en genética forense, sino en genética de poblaciones”, contó Corach. “Fuimos de los primeros laboratorios en hacer investigación en genética de poblaciones humanas. Fuimos el primero en demostrar el aporte de las comunidades nativas americanas al acervo génico de la población argentina”.
“La investigación en poblaciones humanas surge de las miles de muestras que llegan al laboratorio cada año”, explicó el experto. “Si bien son anónimas, sabemos de dónde vienen, sabemos que son humanos, entonces podemos hacerles preguntas a esas muestras, todo en forma anónima, dejan de tener valor identificatorio, al tratarlas matemáticamente. Entonces podemos conocer cómo es la población del país”.
“Nosotros recibimos las muestras, las analizamos, resolvemos el problema por el que nos llegaron, y el dato decapitado de identificadores se usa para investigar a un nivel mucho más amplio las características de la población. Hacemos que la investigación sea sufragada por el servicio que estamos ofreciendo”.
Por el lado de la formación, no sólo han pasado decenas de investigadores por el laboratorio que se han convertido en licenciados y doctores, sino que han formado personal calificado para trabajar y dirigir laboratorios de genética forense de diferentes poderes judiciales provinciales. Desde 2008, la formación fue posibilitando la apertura de laboratorios en todas las provincias, que descentralizaron así el trabajo del Servicio, ya que las muestras dejaron de llegar desde las provincias a la UBA, para su análisis.
“Lo que aportó realmente el servicio a la comunidad académica y universitaria es mostrar que se puede, desde la universidad pública, sin descuidar la calidad académica, sin descuidar la formación de recursos humanos, sin descuidar la docencia, ofrecer servicios que permiten autofinanciarse, para poder equipar el laboratorio, y mantenerlo al día”, enfatizó Corach. “Gracias a esto podemos ofrecer un trabajo de altísima calidad, una calidad que sometemos a evaluación todos los años, a través de controles de calidad internacionales. Y desde 2000, nosotros también hacemos controles de calidad a otros laboratorios a nivel nacional”.
Daniel Corach lleva media vida dirigiendo el Servicio de Huellas Digitales Genéticas, pronto le saldrá la jubilación, y con orgullo cuenta que Andrea Sala, compañera en el laboratorio desde 1993 se hará cargo del mismo. “Lo importante para continuar está, que es la impronta que hay en el laboratorio, la calidad con la que trabajamos”, aportó Sala, la bioquímica y experta en genética de poblaciones, investigadora del Conicet y profesora de Genética Forense de la Facultad de Farmacia y Bioquímica.
“La línea del laboratorio seguirán siendo análisis de ADN, pero vamos tener que derivar en otra cosa, porque actualmente este tipo de servicio se ha diversificado mucho, son muchos los laboratorios que hacen forense”, contó Sala. “Siempre está la opción de encontrar otra línea de investigación, otra veta para hacer servicios. Siempre con esa idea. Lo principal, es que la gente cuando entra a trabajar acá, asume un compromiso de calidad que ve reflejado en los demás integrantes que trabajan de la misma manera. Si derivamos hacia otra cosa que no sea forense, porque incursionamos en otra forma de ofrecer servicios, lo haremos de la forma más profesional posible”.