La relación de Perón con las instituciones fue conflictiva. El 24 de febrero de 1946 fue elegido presidente, de manera rotunda, en elecciones limpias; la fecha, sin embargo, es menos recordada que el 17 de octubre de 1945, ya que, para la construcción de poder simbólico del peronismo, las plazas siempre fueron más importantes que las urnas.
Perón modificó sin cesar las reglas del juego electoral. Sancionó la Ley de Sufragio Femenino, reformó la Constitución para permitir la reelección indefinida del presidente y eliminar el Colegio Electoral, reemplazó la llamada Ley Sáenz Peña para disminuir la representación parlamentaria de la oposición, provincializó los territorios nacionales para incorporar a la ciudadanía –y a las urnas– a millones de argentinos previamente peronizados. La pregunta es: ¿para qué? Si Perón ganaba todas las elecciones a las que se presentaba, ¿por qué el interés de transformar tanto el sistema electoral?
El estudio de las reformas electorales sirve como un par de binoculares para explorar el imaginario político del peronismo. Este libro se propone desmontar un mito persistente: que a Perón no le importaban las instituciones. En realidad, no solo le importaban, sino que las utilizó con un fin claro: crear la unanimidad peronista.
Acerca de la autora
Es doctora en historia por la Universidad de Buenos Aires, magíster en Historia por la Universidad de San Martín y licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires. Es profesora de Pensamiento Político Argentino en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA e Historia General en la Escuela de Gobierno de la UNSAM. Realizó el programa Pasado Imperfecto por Radio Nacional y País Adolescente por CNN Radio. Columnista de los diarios La Nación y Clarín. Es secretaria de investigación de la Universidad de la Ciudad. Asumió como diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires el 10 de diciembre de 2021.