El Día internacional de la mujer y la niña en la ciencia fue creado por la Organización de Naciones Unidas en 2015, con el objetivo de lograr una mayor participación e inclusión de las mujeres en el mundo de la ciencia y la tecnología, arrancando desde la educación temprana en la niñez.
En nuestro país, según los últimos datos publicados por el Conicet, el número de mujeres investigadoras ha aumentado notablemente en las últimas décadas. En el año 2007, los hombres sumaban 2657 investigadores, y las mujeres, 2400; mientras que en 2020 la relación está invertida, sumando las 5905 mujeres y los 5102 hombres.
Sin embargo, cuando uno mira el detalle de esos números ve que a las mujeres se les sigue dificultando, en este caso pasar de investigadora asistente a superior, a lo largo de su carrera. Dentro del escalón de asistentes, las mujeres representan el 61%, mientras que en el más alto, apenas alcanzan el 25%.
Conversamos con las galardonadas en la 15° Edición del Premio Nacional L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia”, cada una ubicada en diferentes escalafones de la carrera de investigación, una con el premio como investigadora principal, y la otra en categoría beca, como investigadora asistente.
“La participación de las mujeres en la ciencia, como en cualquier otra disciplina, es fundamental. Aportar nuestra mirada y nuestro abordaje de resolver cuestiones complementa, enriquece y suma”, comentó Haydee Viola, investigadora principal del Conicet, en el Instituto de Biología Celular y Neurocientífica de la Universidad de Buenos Aires.
“Es importante incentivar el interés por la ciencia desde la escuela, para ayudar a despertar vocaciones desde pequeñas. También lo hace el trabajo de difusión de la ciencia y la tecnología que está teniendo lugar en nuestra sociedad y que debe incrementarse para que conozcamos los avances, nos interesemos más y participemos activamente en ese camino”, agregó Viola, quien recibió el Premio L’Oréal-UNESCO por su proyecto “El impacto de la COVID-19 en la Argentina sobre la ansiedad, depresión, creatividad y memoria”.
La inquietud científica para Haydee Viola comenzó cuando era niña: “Desde pequeña me interesaba conocer el porqué de las cosas”, contó. “Era muy curiosa y observadora, sobre todo de la naturaleza. En la secundaria me interesaba mucho la biología, me divertía estudiarla”.
“De tal modo que resultó sencillo decidirme por la Licenciatura en Biología”, agregó la científica. “La formación durante la carrera en la UBA fue muy direccionada a la investigación científica y así fueron creciendo mis ganas de dedicarme a hacer preguntas bajo hipótesis y métodos controlados. Conocer cada vez más, generar ideas nuevas”.
“No he notado, personalmente, trabas o dificultades en mi carrera científica por el hecho de ser mujer. Pero, por supuesto que el ambiente científico exige mucha dedicación, y cuando fui mamá, en los primeros años de crianza de mi niña, inevitablemente el foco en lo laboral se corrió porque por supuesto hay prioridades en la vida de las personas”, compartió Viola.
“Por ello es tan importante la participación de los varones en tareas de cuidado familiar y domésticas, y es necesario compartirlas para que todos tengamos las mismas oportunidades en la vida”, opinó la investigadora. “Cuando esto no sucede, la mujer corre con desventajas y puede quedar rezagada en la obtención de cargos de mayor jerarquía, por ejemplo”.
Ciencia desde pequeñas
En el otro extremo de la carrera científica está Ana Sol Peinetti, investigadora asistente del Conicet, del Instituto de Química, Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía, de la UBA.
“Cuando era chica me gustaba mucho resolver problemas y buscar soluciones, y mientras más desafiantes e imposibles parecían, más me entusiasmaban”, contó Peinetti sobre cómo se inició en la carrera científica. “Tuve el privilegio de que mi mamá trabajaba en investigación y me ayudó a darme cuenta que de eso se trataba hacer ciencia. Así ya en el secundario sabía que quería seguir alguna carrera relacionada con la química, física o biología”.
Peinetti es doctora en química por de la UBA, y recibió el reconocimiento del L´Oreal-UNESCO en la categoría beca por su proyecto “Monitoreo de variantes de SARS-CoV-2 a través de la detección rápida de antígenos.
“Los desafíos vienen desde la niñez”, opinó la científica. “Una educación más igualitaria donde a las niñas se le muestre modelos de mujeres en ciencias, y no solo actividades relacionadas principalmente con el cuidado. Creo que es a donde tenemos que llegar”.
“Yo tuve el privilegio de que mi mama trabajaba en investigación y siempre me incentivó a seguir mi vocación en ciencia, pero no todas tenemos esa suerte”, explicó la investigadora.
“Desde chicas la ciencia parece ser para pocas personas, así es que para que la ciencia sea para todas y todos necesitamos que esa diversidad esté representada”.
“Creo que es difícil identificar las trabas que una tiene o el esfuerzo extra que hay que hacer por ser mujer, porque una se lo toma como limitaciones propias”, dijo Peinetti.
“Creo que recién hace unos años, cuando se empezó a discutir sobre las dificultades que tenían las mujeres en poder acceder a hacer ciencia, y una vez dentro del sistema científico, pude empezar a identificarlas, y a darme cuenta de que muchas de esas trabas venían del sistema, de la sociedad. Y nos afectaban a todas”.
“Hoy por suerte la discusión está sobre la mesa y se empezaron a tomar medidas para reducir la desigualdad, para quitar ese techo de cristal. Creo que vamos por un buen camino aunque todavía falta bastante”, opinó Peinetti.
Por su parte, Haydee Viola concluyó que: “En el futuro veo un horizonte esperanzador, donde las mujeres estamos concientizando a la sociedad acerca de que debemos hacer valer nuestros derechos e igualarlos al de los varones”.