Tras dos años de pandemia de coronavirus, en 2022 las y los estudiantes vuelven a las aulas en todas las universidades del país. “Venimos con una presencialidad que se fue incrementando gradualmente en la medida que la situación epidemiológica lo permitió–afirma Alberto Barbieri, rector de la Universidad de Buenos Aires-. Ahora, en el cuatrimestre que empezó en marzo, ya tendremos las aulas con todos los alumnos y alumnas dentro”.
Si bien la satisfacción por parte de estudiantes y docentes ha sido muy alta gracias a las clases online de carreras de grado, programas de posgrado y cursos extracurriculares que se dictaron en los últimos 18 meses, la educación presencial resulta necesaria y aporta interacciones e intercambios que sólo suelen darse en persona.
En la UBA, la presencialidad comenzó a fines del 2020, con diferentes materias y prácticas profesionales en Agronomía, Ciencias Exactas y Naturales, Ciencias Veterinarias, Farmacia y Bioquímica, Medicina y Odontología. En 2021 se sumaron más facultades como Económicas, Derecho y otras hasta llegar ahora la presencialidad plena.
Los testimonios de estudiantes, docentes y autoridades acerca de la cursada se unifican en un mismo sentido: la virtualidad llegó para quedarse, pero la presencialidad es “irremplazable”, coincidiendo que ambas formas deberían integrarse al proceso de aprendizaje para hacerlo mejor.
La mirada de las y los alumnos
Sin duda, los que más sienten hoy la ausencia de las clases presenciales son los alumnos de primer y segundo año, que no han tenido nunca su experiencia universitaria de manera presencial.
Agostina Mamianetti, estudiante del primer año de Derecho, cursó el CBCen 2020, 4 materias por UBA XXI y dos por sistema virtual con clases en plataformas y al año siguiente, inició la carrera aprobando cuatro materias de primer año todas virtuales: “Lo que más extraño es la socialización y el contacto con pares en la universidad. Para mí eso es muy duro y se me hace esencial”.
Las ventajas de la virtualidad Agostina las encontró en el hecho de tener más tiempo, y “la posibilidad de administrarlo a mi forma para que rinda mejor y poder estudiar más. Ahora tendré que volver a organizarme, con la presencialidad, pero la prefiero y la necesito”.
Entiende que el mayor problema fue el tecnológico, la conectividad. Ella afirma que “Aunque yo no tuve mayores problemas para cursar, la conectividad es lo que a varios compañeros los apremió”.
Y esto se repitió a lo largo de los comentarios.La brecha tecnológica y las diferencias sociales fueron temas que quedaron expuestos. La pandemia profundizó desigualdades tecnológicas, educativas, geográficas, etarias.
Nicolás Centeno, oriundo de General Villegas, llegó en 2019 para iniciar la carrera de Derecho: “Tenía muchas ganas, de ya estar en Buenos Aires, con mi hermana, fue un gran cambio. Y llegar por fin a la universidad, algo que venía deseando hacía tiempo”.
Cursó el CBC en 2019 de manera presencial, pero la pandemia llegó y tuvo que cursar las materias de los dos primeros años de Derecho, de forma virtual. Volvió a su ciudad natal y, si bien le costó adaptarse al principio, afirma que luego fue muy placentero “poder cursar la facultad desde casa, en General Villegas, junto a la familia”.
La experiencia tecnológica fue todo un desafío para él y para todos, incluso los profesores: “Pero todos pusimos, lo mejor y mucha predisposición para salir adelante y adaptarnos a esta nueva modalidad. Yo, igualmente, sigo eligiendo la presencialidad a full.”
Ahora, no sólo volverá a las aulas como estudiante sino que arrancará con una ayudantía en una de las materias que cursó de manera virtual: “Voy a tener un doble desafío, volver a cursar en la facultad y ser ayudante de Derecho Penal. Estoy nervioso, pero muy contento”
Pero las mayores complicaciones, las tuvieron aquellas carreras que dependen de la clase in situ para cursar sus talleres y materias prácticas. Una de ellas es la carrera de Odontología.
Camila Rodríguez, está empezando el tercer año de esta carrera. Hizo el CBC de manera mixta y las primeras materias de la carrera totalmente virtual aprobando siete materias:
“Me costó mucho al principio y entré en crisis, pero con el correr de los días me fui adaptando y finalmente le encontré el lado positivo a la virtualidad. Esta carrera es muy presencial, hay anatomía, prácticas en laboratorios…es rara la virtualidad”.
Sin embargo, vio como ventaja la comodidad de no tener que salir a cursar ni viajar:
“Soy de Mataderos, tengo una hora o más de viaje. Encontré que es más sencillo estudiar desde casa, con mis tiempos, mi orden. Pero considero que la presencialidad, especialmente en mi carrera, es fundamental y quiero regresar cuanto antes a la facultad”.
Otro inconveniente de la cursada virtual para los profesores fue adaptar la forma de rendir lo estudiado, y poder calificar las materias. En la pandemia, con la virtualidad, rendir muchas veces fue problemático. Camila nos contó que a muchos les costaba conectarse para rendir, o se les desconectaba en medio del examen.
Pero su problema fue otro. Virtualmente le daba pánico rendir: “Sentía que iban a pensar que se estaba copiando, o haciendo trampa con machetes, porque los profesores no veían todo mi cuarto. Entonces, en anatomía, mi primer parcial virtual, estaba tan nerviosa que le pedí al profesor hablar con los ojos cerrados para que no piense que me estoy copiando y leyendo papeles en el cuarto, y eso me sirvió para relajarme”.
La pandemia demostró que elementos imprescindibles de la cursada en las facultades, como las prácticas de laboratorio, el vínculo directo con docentes y estudiantes y el “clima educativo” que la universidad posee, hacen que no se cuestione la vuelta a las aulas, pero también es necesario aprehender aquellos aspectos de la virtualidad que han facilitado el aprendizaje. Al respecto, el rector Barbieri concluyó “debemos aplicar todo lo que hemos avanzado y aprendido sobre virtualidad para así potenciar la presencialidad”.