Los años 20 del siglo pasado fueron un período de intercambio científico y académico en el mundo. Argentina fue uno de los destinos elegidos por muchos científicos, a la vez que expertos y estudiantes argentinos continuaban su formación en el exterior.
La UBA fue parte de ese movimiento científico internacional, concediendo becas para el perfeccionamiento en el exterior, e invitando a expertos, en pos de la transformación en la que se encontraba, que apuntaba en una dirección más científica, y no enfocada sólo en la formación de profesionales.
En ese marco fue que se gestó la visita de Albert Einstein, un científico ya famoso para la época, que estaba revolucionando no sólo la física, sino la ciencia en general.
Fue el ingeniero Jorge Duclout quien inició el contacto con el científico alemán, aprovechando que el físico estaba de gira mundial desde 1920 para dar a conocer su Teoría de la Relatividad, y de paso, para brindar una buena imagen de la ciencia alemana.
Duclout mismo era inmigrante académico, físico e ingeniero de origen francés que se había radicado en el país a fines del siglo XIX. Fue profesor de ingeniería en la UBA, y una figura local e internacional reconocida, para la época de la visita de Einstein. Ellos se conocían de sus épocas de estudiantes en el Politécnico de Zurich, Suiza.
Duclout fue uno de los principales divulgadores de la Teoría de la Relatividad en Argentina, y por ello hizo se contactó con el afamado científico alemán, para que viniese a dar un ciclo de conferencias sobre el tema, en la Universidad de Buenos Aires.
Revolución científica
La teoría de la relatividad de Einstein desbancó siglos de la física formulada por Isaac Newton, al menos en cierta medida. Einstein comprobó que Newton se había equivocado al considerar que el tiempo y el espacio eran constantes. Él demostró que cuanto más rápido nos moviésemos, más lento pasaría el tiempo. Todo era relativo.
Su teoría incluye la ecuación más famosa de la historia: E=mc2, que implica que la masa de un objeto aumenta al desplazarse a gran velocidad.
Esto a su vez lleva a la idea de que la materia y la energía son intercambiables, dos estados de la misma cosa. Esta genial deducción le permitió a Einstein revolucionar la ciencia, dándole explicación a fenómenos inexplicables hasta el momento.
Como si fuese poca la fama por generar tanto revuelo científico, con el eclipse de sol de 1919 se pudo comprobar su teoría de forma práctica. El eclipse permitió a los físicos observar cómo se comportaba la luz, y poder ver si Einstein tenía razón, y la tuvo. Esto lo convirtió en una celebridad mundial a la que todos querían conocer y escuchar. Razón por la cual al año siguiente inició una gira mundial dando charlas.
La UBA de los años 20
La UBA en los años 20 estaba todavía adaptándose a los cambios revolucionarios de la Reforma Universitaria de 1918, y uno de esos cambios era el de incluir la extensión universitaria, es decir, sacar el conocimiento de las universidades a las calles.
El rector de esos tiempos, José Arce (1922-1926) propició el intercambio internacional, y fue también quien impulsó la inclusión en el presupuesto nacional de una partida para becas en el exterior.
Bernardo Houssay fue otro de los promotores de las becas en el exterior, ya desde 1923 insistía con la importancia de que los estudiantes de la UBA tuviesen alguna formación en el exterior, para potenciar el intercambio de conocimiento internacional.
Como parte de ese intercambio, muchos expertos alemanes, franceses y españoles visitaron el país para dar cursos y charlas, en esos años. En ese marco fue que se gestó la visita de Albert Einstein a la Argentina. La financiación de su viaje fue con ese presupuesto de la UBA, si bien otras instituciones aportaron, como la Institución Cultural Argentino-Germánica y la comunidad judía argentina.
Einstein en la UBA
El científico alemán llegó un 24 de marzo de 1925 al puerto de Buenos Aires, recibido no sólo por autoridades de la UBA, sino por una gran cantidad de público y periodistas.
Todos querían saludar al célebre científico, sacarle una foto, y tener algunas palabras para sus medios de comunicación. “Nueva York atenuada por el sur”, opinó Einstein sobre la Buenos Aires que lo recibía.
En la UBA Einstein dio varias charlas, ocho en el auditorio del actual edificio del Colegio Nacional Buenos Aires, y otra en la Facultad de Filosofía y Letras. De esto el físico recordó “los jóvenes siempre agradables y se interesan por las cosas”.
También visitó varios centros de investigación de la UBA, así como el Museo Etnográfico. Parte de su estadía también la aprovechó para visitar otras universidades, en ciudades como La Plata y Córdoba.
Estuvo un mes en el país, tiempo que aprovechó no sólo para dar 12 conferencias, en total, sobre su teoría de la relatividad, sino también para conocer la Argentina, a sus científicos y universidades.
Ese mes de visitas le permitió opinar que “Los programas de los estudios secundarios y superiores que he examinado, me demuestran que este país no necesita aprender mucho de los centros culturales de Europa. En medicina, creo no equivocarme, ha llegado a su punto más alto. Pero en lo que concierne a las matemáticas en general, debo aclarar que el gobierno argentino debería intensificar más aún los estudios de la técnica, pues no es justo que un país tan progresista como la Argentina tenga que acudir al extranjero para contratar tal o cual profesor”.
En la actualidad, la UBA es una de las universidades mejor ubicadas a nivel internacional en el área que Einstein recomendaba “intensificar” los estudios. Algunos historiadores opinaron que la visita de Einstein no generó un impacto importante en la ciencia local, pero lo cierto fue que, si bien no fue inmediato, el efecto se debe haber sentido, ya que la física y matemáticas argentinas fueron despegando al grado de que hoy son de las más importantes a nivel mundial.