La Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó que el 31 de octubre de cada año se celebre el Día Mundial de las Ciudades se estableció con el objetivo de promover el interés en la urbanización y fomentar la cooperación entre los países para aprovechar las oportunidades y afrontar los desafíos que plantea el urbanismo, así como para contribuir al desarrollo urbano sostenible en todo el mundo.
Cuatro mil millones de personas, es decir el 54% de la población mundial, vive en ciudades estimándose que para 2030 la cifra se incremente en mil millones. El tema de este año “Actuar localmente para ser globales” procurando compartir experiencias y enfoques que permitan a los gobiernos locales y regionales crear ciudades más verdes, equitativas y sostenibles.
Además, este año, la ONU propicia el lema “Mejor ciudad, mejor vida”. Entonces surgen preguntas como ¿Qué sucede a nivel local? ¿Es un tema de agenda? Paloma Carignani, docente de Proyecto Urbano / Proyecto Arquitectónico (Cátedra Solsona Ledesma) y de Diseño y Estudios de Género (Cátedra Flesler), además de Maestranda en Estudios Urbanos y Vivienda en América Latina por la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) explica que la ciudad de Buenos Aires, desde su autonomía, viene desarrollando figuras institucionales de impulso y seguimiento de las acciones que garanticen el “Derecho a la Ciudad”.
“El instrumento técnico y político que condensa los lineamientos para las políticas públicas de ordenamiento territorial en la ciudad es el Plan Urbano Ambiental. Su sanción en el año 2008 fue la materialización de consensos sobre los rasgos más significativos de la ciudad deseada. Esta política de Estado se encuentra desde julio de 2020 en un proceso de actualización gracias al trabajo conjunto de las distintas áreas del gobierno local, organizaciones de la sociedad civil y vecinas y vecinos de las quince Comunas”, sostiene Carignani.
La docente de la FADU cuenta que “se busca promover una ciudad sostenible, resiliente, carbono neutral, biodiversa, inclusiva, con perspectiva de género y diversidad; que tenga en cuenta los desafíos asociados a la inequidad creciente, la crisis climática, la digitalización y la gobernanza metropolitana”.
Las lecciones de la pandemia
Las zonas urbanas fueron la zona cero de la pandemia del COVID-19, con un 90 % de los casos comunicados. Las ciudades sufrieron las peores consecuencias de la crisis, muchas de ellas con sistemas de salud sobrecargados, servicios de agua y saneamiento inadecuados y otros problemas.
Pero esto no es todo. Carignani cuenta que “al mismo tiempo, la calidad de vida de los grandes aglomerados urbanos se vio cuestionada durante los años de distanciamiento sanitario por la pandemia de COVID-19. Se vieron afectadas las maneras de vincularnos, mutaron los modos en los que socializamos, las prácticas en el espacio público verde cambiaron, se generaron nuevos formatos de comercialización, entre otras”.
“En síntesis, se puso en relieve que las ciudades son productos sociales extremadamente dinámicos donde la calidad ambiental es un principio que debe regir toda política pública, intervención económica y nuestras acciones individuales. Los acentos en los grandes temas comunes se establecieron en encuentros internacionales de representantes del campo disciplinar del urbanismo. Como es la premisa de trabajar para cubrir servicios básicos: acceso a la vivienda, agua potable y saneamiento, alimentos nutritivos, atención de la salud, educación, cultura y acceso a las tecnologías de comunicación”, sostiene Carignani.
Una mirada al futuro
La ONU destaca que la toma de medidas a nivel local es fundamental para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030¿Qué desafíos nos esperan? Carignani sostiene que “para que la vida en las ciudades se enriquezca y de qué modo lo hace tienen que surgir de acuerdos colectivos bajo la premisa de mejorar la calidad de vida del total de su población y toda persona que quiera habitarla. El desafío es desarrollar instrumentos participativos para propiciar la discusión de las prioridades que impulsen acciones a corto, mediano y largo plazo”.
“El sujeto modelo al que apelaba el viejo paradigma del urbanismo debe reemplazarse por abordajes que contemplen las vidas de los menos privilegiados, de modo de revertir las inequidades; por ejemplo, desarrollar infraestructura de cuidados. Desde los espacios académicos de aprendizaje, investigación y debate, nos enfrentamos a la tarea de mejorar las distintas metodologías que nos permiten sistematizar los deseos y necesidades de las personas atendiendo a los proyectos y prácticas urbanas que regulan nuestros comportamientos”, agrega.
Finalmente, Carignani explica cuál es el rol de la Universidad: “pensar y proyectar entornos para el desarrollo de una vida urbana sostenible son tareas que se impulsan a diario desde los distintos espacios académicos de FADU. Si bien la comunidad de nuestra facultad lleva más de un siglo de participación activa en los debates de la agenda pública, en los últimos años los estudios urbanos han crecido en institucionalidad”.