Los primeros africanos fueron traídos al territorio de lo que sería Argentina como herramientas de trabajo, como esclavos, sin reconocerles su cultura, linaje o religión. Algo que se ha perpetuado en la construcción de la historia nacional, con su invisibilización.
Toda efemérides busca celebrar o conmemorar, mantener viva la memoria sobre ciertos temas. La meta principal del Día Nacional de la Cultura Afroargentina es recordar los aportes de los afrodecendientes a la historia y a la cultura nacional.
Para ello, en 2013, se eligió hacerlo a través del homenaje a María Remedios del Valle, fallecida un 8 de noviembre de 1847, heroína del Ejército del Norte durante la Guerra de la Independencia, y nombrada capitana por Manuel Belgrano.
María Remedios del Valle es representante de cómo aquellos que fueron traídos como esclavos, se identificaron con la naciente Argentina y su lucha por la independencia.
Hablamos sobre los afroargentinos y su lugar dentro de la historia nacional con Magdalena Candioti, investigadora del Instituto Ravignani de Historia Argentina y Americana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Candioti es autora del libro “Una historia de la emancipación negra” y de esta nota interesante Esclavitud, emancipación y ciudadanía en el Río de la Plata.
¿Por qué se celebra el Día Nacional de la Cultura Afroargentina?
El día se eligió para conmemorar a María Remedios del Valle quien falleció un 8 de noviembre de 1847. María Remedios era una mujer esclavizada que en tiempos de la revolución y la guerra se había destacó sirviendo con arrojo y colaborando con el Ejército del Norte junto a su familia.
En ese contexto, el mismo Belgrano la habría designado capitana pero ese cargo no fue reconocido al terminar la guerra. Entre los años 1826-1828 presentó una demanda para cobrar una pensión y la Sala de Representantes de Buenos Aires llevó adelante una indagación para otorgarle un reconocimiento y una pensión,
Más allá de la historia personal de María Remedios me parece que es interesante ella como símbolo ya que permite iluminar distintos aspectos de la vida de los afroargentinos y construir memoria en torno a diferentes cuestiones.
Por un lado, pensar que esa fuerte participación de afroargentinos en las guerras de independencia no fue sólo masculina, sino también femenina, y María Remedios no fue la única que cumplió este tipo de tareas en la guerra, sino que hubo muchas mujeres que tuvieron un rol protagónico en ese espacio.
Por otro lado, esta fecha también sirve para reflexionar sobre las formas de memoria en torno a la presencia africana en Argentina. Si hay alguna mención en las fiestas escolares, por ejemplo, es como vendedores ambulantes, o se liga a su rol de mártires de la patria.
No es que no tuvieron un rol clave en las guerras, todo lo contrario. Fue así y desde muy temprano en la historia ello fue un motivo de orgullo para la comunidad afroargentina y un aporte celebrado por las élites.
Pero pienso que es hora de ir más allá de recordar la participación militar. Hay una lógica de pago y de merecimiento de la libertad ahí, que hay que trascender. Me parece más interesante poder pensar y conocer sobre la vida y la trayectoria de estas personas, más allá de la guerra.
Fueron actores económicos centrales, fueron actores sociales, culturales e incluso actores políticos. Tuvieron proyectos propios, desarrollaron estrategias, intentaron hacer algo con lo que habían hecho de ellos, para parafrasear a un notable alemán.
Entonces, un tercer aspecto que me parece que esta celebración nos permite pensar es porqué es tan difícil conocer muchos detalles de la vida de María Remedios y de los esclavizados en general, por qué sabemos por ella sólo por los testimonios de las élites. La esclavización y la diáspora forzada tuvieron ese efecto.
Tenemos que resituar la violencia y la desposesión, y también destacar la fortaleza que tuvieron africanos y africanas para sobrevivir, la persistencia para (re)construir sus vidas. Creo que es un día central porque nos permite pensar todas estas cosas, y comprometernos lidiar mejor con nuestro pasado, presente y con quienes queremos ser.
¿Por qué se suele invisibilizar a los afroargentinos en nuestra historia, como si todos hubiesen muerto en las guerras o de fiebre amarilla?
Tu pregunta es bien interesante porque preguntás por la invisibilización. Durante mucho tiempo se pensó más en la idea de desaparición, ¿por qué desaparecieron? Pero no es que desaparecieron, no es que todos murieron en la guerra o luego con la fiebre amarilla, sino que hubo distintos procesos de invisibilización.
Una invisibilización generada desde el discurso y desde distintos dispositivos políticos e intelectuales que minimizaron y estereotiparon la presencia africana y que fueron construyendo a los afroargentinos como “otros” dentro de la nación, minorizados, inferiorizados y supuestamente destinados precisamente a desaparecer. Mientras, se impulsaba y se celebraba la inmigración europea.
También hubo una invisiblización estadística, desde arriba, desde el estado, y desde abajo, a través de estrategias de desmarcación llevadas adelante por los propios afroargentinos. Es decir, las propias estrategias de integración a la nación llevadas adelante por los afroargentinos fueron importantes.
Si bien trataron de mantener espacios de sociabilidad, redes y visiones propias, también sufrieron discriminaciones, segregación, exclusión. Si la patria y después la nación les ofreció un camino de integración fue un camino que implicaba un alto precio: para pertenecer había que diluir las singularidades, dejar de resaltar el pasado africano, olvidar, aceptar.
¿Cómo se podría definir a la cultura afroargentina?
Las culturas no son compartimentos estancos y en relación a la cultura africana en la diáspora hay muchos estudios y discusiones. Mientras algunos enfatizan la idea de que era difícil, sino imposible, reconstruir prácticas y sobre todo mantener instituciones como las religiones, las formas de relación familiar fuera de África, en ese contexto de desestructuración social que produjo la trata y la esclavitud.
Para otros investigadores, sí hubo persistencias, hubo reelaboraciones de distintos elementos culturales. En este sentido es posible identificar ciertos rasgos y ciertas prácticas africanas en las Américas. En el caso del Río de la Plata, Argentina, podemos pensar que hubo prácticas de resistencia y de intento de sostener algunas prácticas diaspóricas ligadas a la música, el habla y la religión.
Más allá de que no las hayan podido desarrollar de modo sistemático lo que es claro es que estas personas no se olvidaron de un día para otro de sus creencias y sus formas de imaginar el mundo. Por más que hayan tenido que transformarlas para adaptarse, es importante tener en cuenta que no eran una tabla rasa, lista para integrarse sin más.
Hoy es difícil reconocer una “cultura afro” en esos términos, como compartimento estanco, especialmente luego de siglos de organización colonial y 150 años de estrategias de construcción de un Estado nacional que se deseó culturalmente homogéneo y que buscó diluir las diferencias (bajo el predominio de una forma cultural de herencia europea).
Todo esto hace que sea difícil ver la especificidad de una cultura afro en esos términos. Volviendo a donde comencé, creo que esa cultura, como todas, es una construcción, es un desafío y es una búsqueda en la que están -por ejemplo- trabajando las organizaciones de afrodescendientes.
Pero también pienso que todos como argentinos y argentinas tenemos que redefinir nuestras propias formas de pensar nuestra identidad. Creo que es importante construir un nosotros incluyendo y repensando la centralidad que la diáspora africana tuvo en nuestra historia y tiene en nuestro presente.
¿Cómo llegaste a estudiar a los afrodescendientes en la historia de Argentina?
Llegué a investigar este tema porque durante mi tesis doctoral yo trabajaba sobre historia de la justicia, tratando de reconstruir cómo se fueron transformado las formas de pedir y hacer justicia en el contexto de la Revolución. Para eso trabajé con cientos de expedientes judiciales. En el Archivo encontraba todo el tiempos causas con pardos y morenos y esclavos haciendo distinto tipo de solicitudes y me sorprendía la cantidad que había, fue una sorpresa primero cuantitativa.
Me empecé a preguntar por qué yo sabía tan poco de esa presencia, por qué habíamos leído tan poco sobre los afroargentinos no sólo en la escuela, sino incluso en la universidad. Esa indagación empezó a ir primero por el lado de cómo demandaban justicia y qué derechos tenían los esclavizados y después se fue ampliando.
En el libro que acaba de publicarse trato de hacer la larga historia de lo que llamo “el tiempo de los libertos”, es decir los años que van desde la Revolución de Mayo de 1810, y sus promesas de emancipación, a la sanción de la Constitución Nacional, que es la que finalmente declara la abolición total de la esclavitud en 1853 en el marco de la Confederación Argentina, y desde 1860 en Buenos Aires, cuando se incorpora a la misma.
Indago cómo esas promesas de emancipación política fueron interpretadas por los esclavizados como una promesa de libertad individual, de abolición. Analizo la emergencia de una agenda de abolición y cómo las leyes que se declararon para ello, como la de vientre libre y suelo libre, no fueron aplicadas mecánicamente sino que supusieron la puesta en marcha de un conjunto de estrategias para hacerlas realmente efectivas.
Trabajo en torno a la construcción de esa emancipación de africanos africanas esclavizadas y afrodescendientes realizando una mezcla de historia social, cultural y también intelectual. Trato de mostrar cómo se fue deslegitimando esta institución.
No sólo lo trabajo en el marco de las demandas formales sino también de negociaciones más pequeñas, cotidianas, que se pueden ver en los hogares y al interior de cada una de estas relaciones tejidas entre esclavizados, libertos y amos. Esa mirada permite discutir una tesis bastante generalizada socialmente sobre la benignidad de la esclavitud en el Río de la Plata.