El equipo dirigido por Daniel Salamone se destaca a nivel internacional por estar a la vanguardia de tecnologías genéticas muy novedosas. Técnicas que permiten conseguir órganos para trasplantes humanos, vacas que producen medicamentos en su leche, así como protección de especies animales en peligro de extinción.
El Laboratorio de Biotecnología Animal de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, fundado en 2005 por el veterinario Daniel Salamone, es responsable de haber obtenido las primeras vacas transgénicas de América Latina, a las que se les habían modificado algunos genes, para permitirles producir hormona del crecimiento humano en su leche.
También fueron los primeros en clonar caballos en la región, así como en conseguir eliminar el gen de la vaca loca mediante modificación genética. Actualmente están logrando éxitos en lo que se conoce como xenotransplantes, es decir, modificación genética de cerdos para que puedan producir órganos humanos y resulten compatibles para trasplantes.
Durante casi 20 años se han convertido en expertos a nivel mundial en tecnologías de reproducción y modificación genética, y una de sus grandes metas es lograr aplicarlas en la protección de especies animales en peligro. Con apenas algunas células de la piel de un individuo, pueden generar luego embriones por diferentes técnicas de reproducción.
Preservar, editar y reproducir
“Nosotros nos especializamos en producir animales en laboratorio, generamos embriones mediante una amplia variedad de tecnologías. Buscamos generar conocimiento básico, así como poder dominar diferentes tecnologías como la fecundación in vitro, la inyección de espermatozoides o ICSI, y la clonación”, cuenta Daniel Salamone, profesor y director del Laboratorio de Biotecnología Animal de la Facultad de Agronomía de la UBA, e investigador principal del Conicet.
“Al haber adquirido la experiencia para poder reproducir a los animales por diferentes métodos y tecnologías en el laboratorio, dijimos, ¿por qué no empezamos a hacerlo también en especies en peligro de extinción?”, relata Salamone. “Tenemos trabajos publicados con chitas, por medio ICSI y clonación; también con tigres por clonación; y en cebras por medio de clonación y transgénesis”.
“Producimos embriones en el laboratorio utilizando células obtenidas a partir de la piel de animales en riesgo y el material genético de óvulos de especies parecidas, por ejemplo, gatos en el caso de chitas”, explica el experto.
“Lo interesante que tiene la clonación, y por lo que se puede defender como técnica biotecnológica, es que se pueden salvar especies en peligro de extinción”, opina Salamone. “Uno puede preservar células de la piel de un animal muerto, y clonarlo a partir de esas células, por lo que permitiría volver a introducir a ese individuo en el ecosistema, reinsertando así su pool genético”.
“El preservar ese material es importante para poder mantener la biodiversidad”, explica el investigador. “Pero también podemos generar información básica a partir de esas células preservadas, investigación científica que nos permite realizar trabajos de laboratorio sin necesidad de llevar adelante un nacimiento, a fin de que cuando lo hagamos, estemos seguros de que ese animal no va a tener problemas”.
Si bien en el laboratorio de Salamone han logrado preservar células de diversos animales en peligro con éxito, y también han logrado reproducirlas en laboratorio por diferentes técnicas, el llevarlas adelante para producir nacimientos sigue siendo algo difícil.
Sobre clones y quimeras
Si bien se puede generar el embrión en laboratorio mediante diferentes técnicas, siempre se va a necesitar la receptora, es decir, quien va a llevar adelante la gestación, el embarazo y producir el nacimiento. Cuando hablamos de especies en peligro de extinción, las receptoras son muy escasas, o directamente no existen, en el caso de especies ya extinguidas.
En esos casos es que se debe buscar especies emparentadas que puedan realizar el trabajo, por ejemplo, para las cebras que lograron clonar en el laboratorio de Salamone, trabajaron con caballos. O en el caso de los yaks, con vacas.
Los yaks son animales muy populares en el Himalaya, que llegaron a nuestro país cuando se filmó la película “Siete años en el Tíbet”. Al parecer, para esta obra protagonizada por Brad Pitt, se trajeron 10 yaks, que luego quedaron en la zona, con algunos nacimientos. Uno de ellos vivió en un zoológico de Batán, y cuando falleció de viejo, Salamone y equipo tomaron muestras genéticas, que preservaron y clonaron.
“Nosotros ideamos un método mediante el cual podemos producir una cría a partir de más de una célula, es decir, formamos un embrión a partir de varias células, no de una sola como suele ser en la clonación”, explica Salamone. “Esta tecnología mejora muchísimo la viabilidad de la preñez”.
“El proyecto que más nos está fascinando, ahora, al que le estamos poniendo mucha energía, es un sistema en el cual editamos los genes, no genéticamente, sino epigenéticamente”, cuenta el experto. Se trata de una tecnología llamada CRISPR-On, mediante la cual se puede hacer que determinados genes se enciendan o se apaguen.
“Editar genéticamente significa que vos vas y sacás la palabra entera, digamos, en cambio hacerlo de forma epigenética es que la palabra la tenés tachada, no se expresa el gen, pero está. O, si querés, lo hacés expresar más”, aclara Salamone.
Gracias a esa técnica es que pueden clonar un yaguareté con la finalidad de producir espermatozoides y que, cuando se introduzcan en un gato editado para que no produzca estas gametas, se podrá generar esperma de yaguareté. Luego ese esperma puede ser utilizado en la reproducción normal o in vitro de este animal en peligro.
“Tal vez no haga falta tener un yaguareté clonado, porque si tiene un problema, se traslada. Pero si pudiese producir semen, sería bueno porque la fecundación in vitro te da animales sin problemas”, aclara el científico.
También se podría gestar en una hembra de otra especie totalmente diferente, pero eso generaría un descontrol genético. Es ahí donde entra en juego la técnica que desarrollaron dentro del equipo de Salamone. Esta permite corregir qué genes se manifiestan, y cuáles no, mediante la edición epigenética.
“Una de las formas que elegimos para estudiarlo, y con la que cada vez estoy más entusiasmado, es hacerlo con la placenta. A eso le llamamos quimeras transitorias, en las cuales ponemos la placenta de una especie y dentro le ponemos un potencial embrión de otra especie”, explica Salamone.
Normalmente, una quimera, sería un ser vivo mezcla de diferentes especies. En la mitología se ha descrito como con la cabeza de un animal y el cuerpo de otro, como la esfinge o el grifo.
Pero, lo que buscan Salamone y su equipo son las llamadas quimeras transitorias, que sólo lo son durante la gestación. La placenta se elimina tras el parto, así que, si se logra que una vaca genere una placenta capaz de gestar a un búfalo o a un yak, se podrían lograr nacimientos más fáciles.
“Salvar especies en peligro de extinción es un beneficio para el ecosistema, pero incluso desde una mirada antropocéntrica, la preservación de las riquezas naturales es recomendable”, concluye Salamone. “Todavía restan por descubrir muchísimos misterios guardados en el genoma de cada especie. Por ejemplo, los anticuerpos que generan los camélidos sudamericanos, como las llamas, podrían ser utilizados con fines terapéuticos en humanos”.