Desde la endocrinología, lo que sentimos como el enamoramiento puede explicarse como la acción de una hormona, lo oxitocina, liberada por el hipotálamo y que circula por el torrente sanguíneo produciendo las llamadas mariposas del estómago. Su función es la de promover un lazo de conexión con otra persona y así lograr la reproducción biológica en la especie humana.
Pero, ¿es todo tan simple, reducido a órdenes dirigidas desde el cerebro? Una explicación determinista deja de lado otro de los aspectos esenciales de la vida humana: su naturaleza social. Además de ser de carne y hueso, estamos rodeados de cultura y sociedad. Nos atraviesa el tiempo histórico que nos toca vivir, lo que condiciona nuestros comportamientos y las relaciones humanas.
Conversamos con Gabriel Lombardi, profesor titular de Clínica Psicológica y Psicoterapias de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, quien estudió estos interrogantes de por qué es tan importante para el ser humano entablar lazos afectivos. También, con Pablo Shiff, politólogo de la UBA, quién ha investigado sobre el rol de las representaciones del amor en los programas de televisión.
El origen de San Valentín
El día de San Valentín se remonta a la Antigua Roma, las lupercalias que se iniciaban el 14 de febrero. Lejos de ser una festividad romántica como la conocemos hoy, era una forma cruel y salvaje de celebrar la fertilidad femenina.
Los lupercos, hombres desnudos que llevaban correas de cuero hechas con la piel de animales recién sacrificados, azotaban las manos y espalda de toda mujer que encontrasen en el camino dispuestas a formar parte este ritual de fecundidad y purificación.
En el siglo III, el emperador romano, Claudio II, ordenó ejecutar a Valentín de Roma, un 14 de febrero, ya que practicaba el casamiento cristiano en épocas que el cristianismo estaba prohibido. Por lo tanto, fue considerado un santo mártir representante de los sentimientos del amor y la amistad.
Tiempo después el papa Galesio I combinó el día de san Valentín con las lupercalias, para atenuar el horror de estas ceremonias y que, al mismo tiempo, la población no se quejara de su eliminación. Por lo tanto, la festividad mantuvo su tono embriagante, como una juerga de borrachos, pero con demostraciones menos brutales, más actuadas y con ropas.
“El amor comienza a tomar un sesgo romántico y, no tan a asociado a la fertilidad, a partir entre los siglos VIV y XVI, de la mano de poetas ingleses, como Shakespeare. En su obra Hamlet, Ofelia canta: “Mañana es el Día de San Valentín / Toda la mañana a la hora del día / Y yo una criada en tu ventana / Para ser tu San Valentín”, comentó Gabriel Lombardi, profesor titular de Clínica Psicológica y Psicoterapias de la Facultad de Psicología.
“Con la llegada de la Revolución Industrial, al amor romántico se le suma la comercialización. Un 14 de febrero que sigue siendo una mezcla entre festividad religiosa, laica y capitalista”, agregó el psicoanalista.
El amor es un humo lleno de suspiros
“El ser humano es un ser social por naturaleza, la esencia del humano es ser gregario, ser con otros y tiene un lenguaje. Desde bebés este se presenta como una exigencia y el amor permite balancear esta exigencia. Da lugar a un modo de vincularse con otros en el orden del querer, de lo que permite desear”, continuó Lombardi.
Para el psicoanalista, el amor es una apuesta y necesita arriesgarse. En estos tiempos, se suele utilizar el concepto de amor líquido, tomado del sociólogo y filósofo Bauman, para dar cuenta de que el amor ya no asume esos riesgos, tiende a la fugacidad de los lazos interpersonales, con menores o nulos compromisos.
La fragilidad de los lazos implica que estos ya no son importantes, ni asegurados. Pero, detrás de toda esta espuma, para los psicoanalistas, surgen los recuerdos, los dolores, duelos, lo que se perdió y lo que uno hubiese querido.
Para Lombardi, “el amor forma parte de nuestro ser, nuestra esencia y certeza en la vida. Ponemos en juego nuestro ser en relación con otros, el ser humano en tanto no es solitario. La melancolía es vivir sin amor. El amor parece sutil, es un humo lleno de suspiros, pero sin él se vive diferente. En él, como postulaba Lacan, es el amor el que permite al goce adaptarse al deseo”.
La sociedad y la cultura juega un papel preponderante, que condiciona el deber ser, los formatos y discursos hegemónicos.
“En la actualidad hay más tiempo para pulir y descubrir el deseo”, comentó el psicólogo. “Con la llegada del feminismo, desde los años ‘70, las mujeres eran una especie de esclava de lujo, con obligaciones domésticas sin paga clara. Hoy las mujeres pueden tanto no someterse al norma heterosexual o preferir no involucrarse en relaciones sin ser tan presionada como antes. Los cambios sociales van modificando las formas, no porque haya menos amor, sino que existen más posibilidades de elección”.