El Día internacional de la mujer y la niña en la ciencia fue proclamado por la Organización de Naciones Unidas en 2015 con el objetivo de lograr una mayor participación e inclusión de las mujeres y las niñas en el mundo de la ciencia y la tecnología, a fin de romper con la brecha de géneros.
En nuestro país, según últimos datos publicados por el Conicet, el número de mujeres investigadoras ha aumentado notablemente en las últimas décadas. En el año 2007, los hombres sumaban 2657 investigadores, y las mujeres, 2400; mientras que en 2019 la relación está invertida, sumando 5874 mujeres y 5043 hombres.
Sin embargo, el dato esclarecedor está dado por cómo evolucionan los números, según género, a medida que suben los escalafones. Las investigadoras asistentes -escalafón más bajo- representan un 61{76d466c4762fa6495b4188e764e1719fa456398bd82637e25013be52daa903ca}, mientras que en el rango más alto, las investigadoras superiores, apenas llegan al 24{76d466c4762fa6495b4188e764e1719fa456398bd82637e25013be52daa903ca} del total.
De la UBA al mundo
Alicia Dickenstein es parte de ese universo minoritario de investigadoras superioras en el Conicet. Fue recientemente galardonada con el Premio L’Oreal UNESCO para Mujeres en ciencia 2021 para el área de Latinoamérica y el Caribe por sus trabajos en geometría algebraica y sus aplicaciones.
Su carrera y sus premios son incontables y su trabajo, también como divulgadora científica, es conocido internacionalmente. En 2015 ganó el premio TWAS (The World Academy of Sciences) en Matemática, que reconoce a los investigadores que impulsan la ciencia en países en desarrollo.
Entre 2015 y 2018 fue vicepresidenta de la Unión Matemática Internacional (UIM), entre otras cosas. Sus colegas, no solamente destacan su compromiso con la ciencia y la divulgación científica, sino también como una activa militante por la igualdad de género en las instituciones científicas.
En el año 2020, dos científicas argentinas fueron incorporadas a la Academia Mundial de Ciencias –The World Academy of Science- . Actualmente el número de miembros académicos se elevó a 1.302, y como dato relevante, el porcentaje de mujeres viene aumentando al punto de llegar a 46 {76d466c4762fa6495b4188e764e1719fa456398bd82637e25013be52daa903ca} de la nómina, lo que la TWAS subrayó que se configuró como una cifra sin precedentes.
Una de las científicas seleccionadas por la Academia es Rosa Erra Balsells, formada en la Universidad de Buenos Aires, con una amplia trayectoria como profesora titular del Departamento de Química Orgánica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e investigadora superior ad honorem del CONICET.
Rosa fue distinguida por su contribución al crecimiento de la fotoquímica orgánica y los campos de espectrometría de masas en Argentina. En los fundamentos de la Academia de Ciencias, se destaca que “la cooperación científica de larga data con científicos japoneses de gran reputación le permitió hacer una contribución significativa en el campo de la espectrometría de masas. Entre sus numerosos artículos científicos tiene tres en coautoría con el Premio Nobel de Química 2002 Koichi Tanaka.
Amy Austin, por su parte, es investigadora principal del CONICET en el Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura (IFEVA, CONICET-UBA) y en 2018 se convirtió en la quinta argentina premiada y la primera investigadora en el área de la ecología en recibir el Premio Internacional L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia”.
Doctorada en Ciencias Biológicas de la Universidad de Stanford, de los Estados Unidos, en 1997 logró una estadía en nuestro país financiada por la National Science Foundation de aquel país y se radicó definitivamente en la Argentina, donde desarrolló sus estudios como integrante del IFEVA.
La familia, la vocación y la ciencia
Alicia Dickenstein transcurrió casi toda su vida en la UBA. Realizó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires y llegó a la matemática a través de la recomendación de una psicóloga que le realizó un test vocacional: “No tenía idea de que existiera una carrera de matemática, pero tuve mucha suerte. Me anoté en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales sin tener idea de qué se trataba la carrera y sin conocer a nadie. Pero inmediatamente reconocí que la recomendación había sido muy acertada”.
Primero como alumna y luego como docente, Alicia comenzó como ayudante de segunda en 1975, y poco más de dos décadas más tarde, en 1996, fue la primera directora del Departamento de Matemática de la Facultad, donde desde 2009 es profesora regular titular plenaria: “Estoy muy orgullosa de pertenecer aún a esta institución pública y de tanto prestigio, donde he tenido el privilegio de formar muchas generaciones de alumnas y alumnos apasionados”.
Rosa Erra Balsells viaja a Japón cada año donde está realizando su estadía de investigación. Lamenta no poder hacerlo este año, debido a las circunstancias propias de la pandemia. Proviene de una familia de inmigrantes catalanes que vislumbraron rápidamente la posibilidad que ofrecía la Argentina a sus hijas de recibir en todos los niveles excelente educación pública gratuita. “Mi madre soñó con hijas con educación y con capacidad de ser independientes. Argentina hizo realidad su sueño”.
Allá por la década del 60, cuando Rosa cursó el bachillerato en el Colegio Nacional de Villa Ángela, Chaco, decidió que iba a estudiar Bioquímica porque era la única forma que conocía que la llevaría a conocer la química.
“La materia estaba incluida en 4° y 5° año. El Dr. Sorokin, bioquímico del pueblo, era el profesor y aún recuerdo algunas de las frases que decía en sus clases ´los elementos de la Tabla Periódica son como los ladrillos en una construcción´. Me introdujo a un mundo diferente, mágico, donde había lógica para explicar diferentes fenómenos naturales.”
Cuando llegó el momento de anotarse en la Facultad, Rosa fue a Farmacia y Bioquímica, que era lo que conocía. “Cuando en 1968, dictadura de Onganía, fui a inscribirme a la Facultad de Farmacia y Bioquímicano me inscribieron porque miraron con mucha desconfianza mi cédula de identidad del Chaco, con fecha de 1955, que no tenía mi firma, sino mi huella dactilar sacada antes de aprender a escribir”.
Fue entonces que un conocido de la familia, biólogo egresado de la FCEN le sugirió a Rosa que si quería ser química debía ir a Exactas. “Fui a Perú 222 y con la misma cédula de identidad me inscribieron.Confiaron en mi cédula y ese fue el punto de partida”.
Amy Austin también recuerda a su familia cuando indaga en cómo nació la vocación. “Crecí en una familia de Florida, Estados Unidos, con cuatro hermanos. Se imaginarán que mi madre hacía todo lo posible por tenernos fuera de la casa. Casi todos mis recuerdos de la niñez son de mis merodeos por lo que nosotros llamábamos la jungla, nadando en los canales, y en el océano. Pasar tanto tiempo en la naturaleza disparó mi curiosidad sobre las plantas y los animales. Esta curiosidad se mantuvo conmigo hasta el día que comencé a pensar en seguir mis estudios universitarios”.
Abrirse camino entre hombres
Alicia Dickenstein, Rosa Erra Balsells y Amy Austin son científicas que hicieron su carrera en la Argentina y ganaron el reconocimiento internacional, pero saben que no ha sido fácil y que no lo es para la mayoría de las mujeres que eligen este camino. Aún queda mucho por hacer.
Alicia destaca a su familia que la supo acompañar siempre a lo largo de su carrera, en un entorno esencialmente masculino, “Es un medio donde la mayoría son hombres, especialmente en los congresos internacionales a los que asistí y en los lugares de dirección”.
En todos estos años se han producido cambios claves en el mundo científico-académico que tienden a lograr igualdad de oportunidades a todos los géneros. Sin embargo, Alicia advierte: “Observo las dificultades que aún tienen mis jóvenes colegas y reconozco que hay muchos cambios que son imprescindibles. Las discriminaciones visibles tienen cada vez menos espacio, pero aún subsisten aquellas invisibles que surgen de la base de cómo funciona nuestra sociedad y que son muy difíciles de percibir, tanto para hombres como para mujeres”.
Para Rosa, el sistema científico académico ha ido cambiando porque la sociedad ha cambiado, pero aclara que “Esa igualdad de oportunidades también requiere que en su vida diaria, la mujer no solo sea reconocida y respetada en su ámbito de trabajo científico, sino que además su entorno familiar la apoye, sobre todo en el caso de tener hijos, y respete y acepte que ella tiene el derecho de ser científica y madre, de la misma manera que se acepta como algo totalmente normal que un hombre puede ser científico y padre. Esto es también igualdad de oportunidades”.
Amy cree que para mejorar la representación de las mujeres en la ciencia, los programas que, por ejemplo, celebran el día de la mujer y la niña en la ciencia son muy importantes porque estimulan el interés en la ciencia y a su vez motivan a las niñas. “También creo que es muy importante que el interés comience a una edad muy temprana, en la escuela primaria o quizás antes, ya que cuando uno es adolecente, o está en la facultad, tiene un montón de prejuicios sobre lo que tiene que hacer o no hacer según su género y por eso, me parece esencial estimular ese interés y esa motivación de seguir en la ciencia desde la niñez”.
Cómo ser mujer, feliz y exitosa
Ganar premios y reconocimiento internacional en un mundo patriarcal pone a estas mujeres en un lugar aún más destacado y puede funcionar como incentivo para futuras generaciones de mujeres científicas.
Amy Austin espera que la visibilidad que este premio le da a las mujeres en ciencia, sirva como inspiración, un llamado a las mujeres en todas las áreas de la ciencia para que persigan a sus preguntas, y que estas las lleven a una carrera en ciencia: “El ingrediente clave para una carrera en ciencia es que debes amar el área de tu elección”.
Alicia sabe que las mujeres tienen un camino difícil, pero no imposible, al contrario. “Les diría que sigan su pasión y no se dejen llevar por estereotipos sociales o malos consejos. Que no se autocensuren, como a veces sucede”.
En el contexto de pandemia, Alicia supo ver el valioso aporte de las mujeres: “En nuestro país es notable el número de investigadoras mujeres que rápidamente están proveyendo soluciones que van desde el diseño y la producción social de tests rápidos de detección y de barbijos conprotección antiviral, hasta la generación de una nueva vacuna que tenga producción nacional”.
“El papel de la mujer científica-tecnológica en esta oportunidad ha puesto en evidencia que su rol es muy destacable, tanto como líder o como integrante de grupos de investigación que han contribuido con importantísimos desarrollos”, aporta Elsa, que también vio en un contexto especial y urgente, cómo las mujeres se destacaron y superaron toda expectativa.
No existen todas las respuestas ni recetas sobre cómo ser feliz y exitosa en ciencia y en la vida, pero para Elsa “Es como un juego constante, difícil de abandonar, que realmente vale la pena”.