Habían pasado 6 años desde la Revolución de Mayo, y si bien gran parte del ex Virreinato del Río de la Plata aceptó reunirse en un Congreso General Constituyente, había asperezas entre las provincias. Pero la situación internacional las urgió a reunirse y decidir el futuro de las “Provincias Unidas de Sud América”, término que incluía a provincias que hoy son diferentes países.
Es que España finalmente se había librado de la invasión francesa que había llevado a Buenos Aires a encender la mecha revolucionaria americana, y el rey Fernando VII había vuelto al poder, con ganas de recuperar a sus colonias.
Conversamos con la historiadora Noemí Goldman, que nos explica todo lo que había en juego para el Congreso General de 1816. Goldman es investigadora, profesora Titular de Historia Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras, y directora del Instituto Ravignani, UBA-CONICET.
¿Qué significa el 9 de julio de 1816 para nuestra historia?
El 9 de julio de 1816, el Congreso reunido en Tucumán declara la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América. Se asumía la soberanía plena y se tomaba la audaz y esperada decisión de sellarla con un Acta. En ella se expresaba la voluntad de investirse del “alto carácter de nación libre e independiente”. El 19 de julio, y para que no quedaran dudas, se agregó al final de la declaración: “… y toda otra dominación extranjera.”
Sin embargo, a pesar de resolverse un asunto crucial respecto a la imputación de la soberanía, al definirse formalmente la ruptura de los lazos con la metrópoli, en la expresión utilizada de “Provincias Unidas de Sud América” se exhibía, asimismo, la ambigüedad territorial de esa imputación: ¿cuáles ciudades iban a conformar la nueva nación?
Esta declaración surgía, en primer lugar, como un imperativo para inscribir la guerra contra los realistas en un nuevo escenario internacional legítimo en el marco del derecho de gentes. En ese contexto resultaría más factible conseguir apoyo exterior para frenar la amenaza española al Río de la Plata. En segundo lugar, el deseo de “independencia absoluta” ya se manifestaba en el debate público, en los símbolos patrios y en los ejércitos en campaña.
Pero el camino entre el 25 de Mayo de 1810 y el 9 de julio de 1816 no fue lineal. Ante la nueva reunión de un Congreso en la ciudad de Tucumán, tanto la expectativa como la incertidumbre asomarían nuevamente entre los diputados. Se preguntaban: ¿sería posible declarar la independencia? ¿Sería deseable dotarse de una constitución?
¿Por qué tardó 6 años en declararse la independencia, desde la revolución de 1810?
No deberíamos decir que la independencia “tardó 6 años” porque los años que transcurrieron entre 1810 y 1816 fueron de marchas y contramarchas, de incertidumbres y de fuertes disputas entre la tendencia centralista y la confederacionista, y los diversos territorios que conformaban el amplio espacio del ex virreinato del Río de la Plata.
La Asamblea de 1813 dictó importantes medidas, como la eliminación de la fórmula de juramento de la fidelidad a Fernando VII, la libertad de prensa, la libertad de vientres, la extinción del tributo, la mita, el yanaconazgo y el servicio personal, la supresión de los títulos y signos de nobleza, y la eliminación de los mayorazgos. Sin embargo, no logró ni declarar la independencia ni proclamar una constitución propia.
Sus actividades se paralizaron cuando en 1814 Fernando VII recuperó el trono de España y amenazó con enviar misiones militares para reprimir a los rebeldes de América del Sur. 1815 fue un año de derrotas patriotas en toda América. El territorio del ex virreinato permanecía dividido, débil y amenazado. Ni la Banda Oriental ni el Litoral enviaron diputados al Congreso de Tucumán por haber fracasado las negociaciones con Buenos Aires. La segunda invasión portuguesa al territorio del actual Uruguay comenzó en agosto de 1816, mientras Paraguay ya se gobernaba en forma autónoma.
¿Cuál era el debate principal entre las distintas provincias? ¿Todos querían independizarse? ¿Cómo fue el proceso?
A la compleja y delicada situación interior, se le sumó el nuevo contexto europeo. La caída de Napoleón había llevado al restablecimiento de Fernando VII y a la conformación del Congreso de Viena y la Santa Alianza cuyo propósito fue restaurar y afirmar los gobiernos monárquicos y absolutistas en Europa y sus colonias.
Ante esto, las dirigencias rioplatenses se decidieron a dar el paso a la convocatoria de un nuevo Congreso Constituyente para concitar nuevamente el apoyo de los pueblos. La ciudad de Tucumán ofrecía garantías de seguridad por ser centro logístico y sede del Ejército del Norte. La declaración de la “independencia absoluta” de la Corona española terminó imponiéndose.
Los proyectos de coronar a un sucesor legítimo de los Incas, a un príncipe portugués o las candidaturas del duque de Orleáns y el príncipe de Luca, que se debatieron y se desecharon uno por uno en el Congreso, seguían a otros proyectos previos a la declaración de la Independencia, donde luego del retorno al trono de Fernando VII se había buscado el reconocimiento de la “independencia política” de las Provincias, “o al menos la libertad civil”.
A partir de 1820, con la caída del poder central y la disolución del Congreso, se impuso definitivamente la forma republicana.