Cada año, el 21 de septiembre, por iniciativa de la ONU se celebra el Día Internacional de la Paz. El tema de 2021 es “Recuperarse mejor para un mundo equitativo y sostenible”, y las Naciones Unidas hacen hincapié en “hacer las paces con la naturaleza”. Desde la Organización, se observa: “Las negativas consecuencias del cambio climático no se han detenido. Necesitamos una economía mundial verde y sostenible que genere empleo, reduzca las emisiones y aumente la resiliencia a los impactos climáticos”.
En este sentido, dialogamos con Inés Camilloni, profesora asociada del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales e investigadora del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (UBA – CONICET).
El Covid-19 ha golpeado fuerte a nivel económico y social pero, también, la ONU advierte acerca del peligro del cambio climático ¿Cómo evalúa esta situación?
La pandemia está poniendo en peligro la vida y los medios de subsistencia de miles de millones de personas, además de someter a una gran presión a las economías de todo el mundo y amenazar el desarrollo sostenible. Asimismo, el cambio climático es un emergente de la creciente demanda mundial de recursos naturales resultante del aumento de la población.
Ambas crisis, que visibilizan la presión de la actividad humana sobre el planeta, se entrecruzan y retroalimentan profundizando la desigualdad, la pobreza y el deterioro ambiental y demostrando la magnitud en la cual los patrones de producción y consumo actuales afectan a la estabilidad de los ecosistemas.
El cambio climático y el COVID-19 se asemejan también en términos de su alcance global, impactos y riesgos y particularmente en la necesidad del conocimiento científico riguroso para comprender lo que pasa y dar respuestas a las amenazas que ambos imponen a esta generación y a las futuras.
La ONU llama a hacer las paces con la naturaleza ¿Qué es posible hacer?
Sin duda, las acciones para hacer frente a las consecuencias de la pandemia podrían articularse con los esfuerzos para combatir el cambio climático global. En este sentido, el diseño de los planes de recuperación económica post pandemia ofrecen una oportunidad de cambiar la trayectoria climática y minimizar los riesgos futuros.
Para ello es fundamental que se realicen inversiones y formulen políticas que se centren en el mantenimiento de la infraestructura que provee la naturaleza como humedales y bosques para la regulación del clima, frenar la deforestación y restaurar las tierras degradadas para proteger la biodiversidad.
También se deberá considerar la generación de nuevos empleos y negocios a través de una transición verde y limpia y canalizar inversiones de fondos públicos hacia sectores y proyectos sostenibles que ayuden al ambiente y al clima con la perspectiva de que un sendero de desarrollo bajo en emisiones de carbono podrá acelerar el crecimiento y generar beneficios ambientales, económicos y sociales.
En consecuencia, es imprescindible que las medidas de protección climática vinculadas con la reducción de las emisiones que se adopten sean ambiciosas, duraderas y que incluyan una transición rápida en los sistemas de energía incrementando la generación a partir de fuentes renovables y la eficiencia energética, medios de transporte con bajas emisiones de carbono y cambios hacia un uso sostenible de la tierra.
Frente a este panorama es claro que se requieren acciones conjuntas
Estas soluciones implican cambios sistémicos que para ser alcanzados requieren de la cooperación internacional, y el fortalecimiento de las capacidades institucionales de las autoridades nacionales y locales, así como de la sociedad civil y el sector privado para proporcionar las condiciones favorables para que las transformaciones necesarias y urgentes tengan lugar en todos los países.
En momentos donde la incertidumbre es grande y las injusticias sociales y económicas se acrecientan, la solidaridad es uno de los principios éticos fundamentales para generar los cimientos sobre los cuales construir un mundo sostenible y una sociedad más equitativa. La solidaridad implica que de manera colectiva o individual debemos ayudar a las personas y grupos más vulnerables. La solidaridad también incluye compartir el conocimiento acerca de causas, impactos y riesgos de amenazas climáticas o sanitarias como las que estamos atravesando a fin de democratizar las capacidades de adaptación y mitigación y aumentar la resiliencia de las personas y los ecosistemas.
Sólo podremos alcanzar un mundo más sostenible, inclusivo y resiliente si comprendemos que el bienestar, los medios de vida y la supervivencia tanto de nuestra generación como de las generaciones futuras dependen de las transformaciones necesarias y urgentes de la forma actual de vincularnos con la naturaleza.