Bernardo Houssay fue el primer latinoamericano en recibir un Premio Nobel en el área de las ciencias. Nació un 10 de abril de 1887 y en su honor, se celebra hoy, el Día de la Ciencia y la Técnica.
Realizó prácticamente toda su carrera en la Universidad de Buenos Aires. Fue docente y formador de científicos y dedicó su vida al desarrollo del saber: “El dilema para nuestro país es querer ser o no querer ser una gran potencia en la obra de la civilización humana. Si queremos ser bien civilizados y serlo cada vez más, debemos cultivar las ciencias mucho más que hasta hoy”.
A los 13 años, se recibió de Bachiller en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Decidió seguir sus estudios universitarios en la Facultad de Medicina, pero como no pudo anotarse debido a su corta edad, lo hizo en la Escuela de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, obteniendo su título de Farmacéutico con solo 17 años: “Desde pequeño fui educando la tenacidad y venciendo una cierta timidez inicial y, en general, los obstáculos, aunque graves, no me desaniman, al contrario, me estimulan especialmente si son muy serios”.
En 1901 fue nombrado ayudante de fisiología en el Hospital Francés, y unos años más tarde, en el Hospital de Clínicas, como interno. Cuando tenía 21 años, antes de graduarse de médico, fue designado profesor de Fisiología de la Universidad de Buenos Aires, aceptando ese cargo con la condición de tener dedicación exclusiva a esa tarea.
Sus primeros pasos en Medicina
En 1904, ingresó a la carrera de Medicina en la UBA, y a los 23 años, se graduó con diploma de honor. Su tesis, “Estudios sobre la acción fisiológica de los extractos hipofisarios”, recibió el premio a la mejor tesis doctoral. Aquella tesis fue el primer antecedente hacia el Premio Nobel “por su descubrimiento del significado del metabolismo de los hidratos de carbono en relación con el lóbulo anterior de la hipófisis”, lo que permitió avanzar en la lucha contra la diabetes.
Fue profesor titular en la cátedra de Fisiología de la Escuela de Veterinaria y siendo profesor de la misma materia organizó el Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, haciéndolo un centro científico de calidad internacional. Brindó todo su esfuerzo al instituto y renunció a todos sus cargos para convertirse en el primer profesor con dedicación exclusiva.
Houssay deportista
Durante su paso como estudiante de Medicina, también atendió su pasión por los deportes: integró el equipo de fútbol de la Facultad, y también fue ganador de diversas medallas de remo, representando a la Universidad de Buenos Aires. Se destacó como atleta en el Torneo Universitario, ganando carreras de 800 metros y representó a la Asociación Atlética de Medicina participando en el equipo de rugby universitario.
Maestro e investigador
Fue maestro de toda una generación de científicos e investigadores argentinos, latinoamericanos, europeos y estadounidenses, fue creador del Conicet y de varios institutos de investigación y organismos para obtener subsidios y becas en el país y en el exterior.
El CONICET ha sido siempre un poderoso y eficaz instrumento para el progreso de la ciencia y la tecnología en la Argentina, y Houssay lo presidió desde su fundación hasta que falleció en 1971.
Uno de sus discípulos, el Prof. Dr. Alejandro F. De Nicola, contó que al maestro “le interesaba que existieran instituciones de ciencia y técnica perdurables. El CONICET fue su gran creación y hasta aspiraba a que tuviera dependencia directa de la Presidencia de la Nación, porque estaba convencido de que la ciencia era tan importante para el progreso del país que era vital que el presidente del CONICET pudiera participar de reuniones de gabinete”.
El desarrollo de la ciencia y la tecnología como herramientas para el avance de los países fue un tema recurrente en Houssay: “El adelanto de las ciencias en un país es el índice más seguro de su civilización. Hablar del futuro de las ciencias en una Nación es lo mismo que expresar qué jerarquía ocupará en el mundo civilizado. Falta de ciencia es sinónimo de barbarie o de atraso. La verdadera supremacía de un pueblo se basa en la labor silenciosa y obstinada de sus pensadores, hombres de ciencia y artistas; esta obra reporta fortuna y gloria al país, y bienestar a toda la humanidad”.