La investigación científico-tecnológica constituye una de las funciones básicas de la Universidad de Buenos Aires, y es parte fundamental de la calidad académica. Asimismo, la injerencia y el compromiso de la Universidad puesto al servicio de la vida política y social del país, en momentos de gravedad institucional, marcó la historia de la UBA que ha sabido cruzarse con el destino de la Nación.
Iniciando un camino de reconocimientos, Carlos Saavedra Lamas, graduado, docente y rector de la UBA, fue el primer latinoamericano en ganar un Premio Nobel.
En 1936 fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su mediación en la guerra del Chaco. Organizó y presidió el Comité Internacional de Mediación que contribuyó a la firma del armisticio del conflicto limítrofe entre Bolivia y Paraguay. Aquel pacto fue firmado por 21 naciones y se convirtió en un instrumento jurídico internacional.
En el campo de las ciencias, la UBA vio reconocidos sus logros a través de los tres premios Nobel en ciencias de la Argentina, que no sólo fueron estudiantes y egresados de la casa, sino también profesores.
Bernardo Houssay, quien además cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires –perteneciente a la UBA- fue el primer premio Nobel científico argentino y latinoamericano en 1947. Sus investigaciones a través del Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina le valieron el reconocimiento internacional y contribuyeron de manera fundamental a la lucha contra la diabetes.
Para la Universidad, uno de los mayores compromisos ante la sociedad ha sido, durante su larga historia, habilitar el conocimiento científico como un instrumento de comprensión y transformación de la realidad. Es por esto que resulta fundamental conocer la importancia de los aportes de estos grandes hombres de ciencia, que aún hoy se aplican en gran cantidad de investigaciones y tratamientos médicos.
La transmisión de conocimientos entre la comunidad científico académica es otro de los pilares y orgullos de la UBA. Luis Federico Leloir formó parte de la escuela de Houssay, de quien fue discípulo y amigo y su trayectoria fue tan importante como la de su maestro.
Recibido de médico, se interesó por la tarea de laboratorio y se especializó en el metabolismo de los hidratos de carbono. Fue docente en la Universidad e investigador del Conicet, cuyo primer presidente había sido Houssay. En 1970 obtuvo el Premio Nobel en Química.
César Milstein, estudiante de Ciencias Químicas en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, recibió en 1984 igual distinción que Bernardo Houssay, el Premio Nobel en Fisiología y Medicina. Sus descubrimientos produjeron un avance muy importante para la investigación biológica, para el diagnóstico clínico y, probablemente, para el tratamiento de muchas enfermedades, entre las que se encuentran algunos tipos de cáncer.
Milstein pensaba que los resultados de la investigación científica debían necesariamente llegar a todos y a cada uno, ya que el conocimiento es patrimonio de la humanidad. Tanto él como sus antecesores posicionaron a la Universidad de Buenos Aires como una usina de conocimiento e investigación.
Formando ciudadanos de bien y siguiendo el camino iniciado por el primer Premio Nobel argentino, Adolfo Pérez Esquivel, obtuvo el mismo galardón de la Paz en 1980, por su defensa de los Derechos Humanos arrasados durante la última dictadura argentina.
Para la Universidad de Buenos Aires, sus autoridades, docentes, alumnas y alumnos, los Premios Nobel y cada una de las mujeres y los hombres que hicieron grande a la institución, continúan hoy marcando el camino de quienes hacen y forman parte de esta casa y la construyen cada día.