La felicidad es una emoción o estado mental necesario para el bienestar del ser humano. Por esa razón la ONU instauró el Día Internacional de la Felicidad, en los años 1970s, para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos.
Ahora, ¿qué es la felicidad? La cantidad de respuestas a esa pregunta es infinita. Depende del contexto cultural, social, histórico, y de la experiencia de cada individuo. Para conocer cómo es que nuestro organismo nos genera eso que llamamos felicidad conversamos con Enzo Tagliazucchi, físico y neurocientífico especializado en las bases neuronales de distintos estados de conciencia.
“La felicidad es un concepto complejo, muy general y difuso, pero si se divide en diferentes componentes, podría llegar a tener una explicación un poco más clara en términos neurobiológicos”, explica Tagliazucchi, quien actualmente es profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires, y dirige el Laboratorio de Conciencia, Cultura y Complejidad de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
“Esos componentes más abordables serían la felicidad como bienestar, la felicidad entendida como placer, o como motivación”, agrega el investigador. “Desde el punto de vista neurobiológico se puede identificar qué neurotransmisores se asocian a ciertos tipos de conductas. Pero hay que ir con cuidado con explicaciones reduccionistas en base a algo que pasa en el cerebro”.
Los neurotransmisores son sustancias que le permiten a las neuronas comunicarse entre sí, es decir, permiten la transmisión de mensajes en ciertos circuito o zonas del cerebro.
“Por ejemplo, la dopamina es una de esas sustancias, asociada a sentirse eufórico, motivado, energético. Si se la bloquea, genera apatía. Lo mismo sucede con la serotonina, el neurotransmisor que más se asocia con la felicidad”, explica Tagliazucchi.
Y agrega: “Si uno tiene niveles altos de serotonina, va a sentir un estado de bienestar. Si te falta, la hipótesis es que genera un estado de depresión, por esa razón la psiquiatría suele recetar medicamentos que aumenten el nivel de serotonina”.
“Otro neurotransmisor asociado a la felicidad es la oxitocina, más relacionado a la interacción social. En esos casos genera sensaciones que facilitan el contacto social, la actividad gregaria”.
¿Dónde se esconde la felicidad?
Para los nerocientíficos un concepto tan amplio y difuso como la felicidad resulta elusivo a la hora de querer conectarlo a una u otra área del cerebro. Así y todo, tienen una idea de cuáles son los sectores más relacionados a los fenómenos placenteros, y a los caminos de neurotransmisores asociados a la felicidad, se trata de los núcleos de rafe y el núcleo accumbens.
El primero está relacionado con la termoregulación y una de sus funciones principales es la de liberar serotonina, el de accumbens está muy relacionado con la motivación, y con la dopamina. Esas regiones también pueden ser estimuladas de forma artificial, ya sea mediante tratamientos psiquiátricos, como con drogas recreativas.
“Por ejemplo, cuando alguien consume la droga conocida como éxtasis, aumenta muchísimo la cantidad de serotonina disponible en el cerebro”, explica Tagliazucchi. “Algo similar a lo que hacen los antidepresivos, pero en el caso de estos últimos, es gradual el aumento de la serotonina, más natural”.
El éxtasis inunda el cerebro en un período de horas, lo que genera una sensación de bienestar, que no dura en el tiempo. “El problema con las drogas es que no son estímulos naturales”, agrega el experto. “El ser humano está adaptado a tener cierto tipo de respuestas a determinados estímulos que podemos encontrar en la naturaleza”.
Un ejemplo que da Tagliazucchi es el del ejercicio. Nadar, o correr, generan una liberación de dopamina en el cerebro mucho mayor a lo normal. Pero es un aumento para el cual nuestro organismo está preparado, para el cual se ha adaptado a lo largo de miles de años de evolución.
Con las drogas sintéticas ocurre todo lo contrario. Sin un esfuerzo que le avise al cerebro, en tan sólo unas pocas horas se genera una felicidad sintética intensa, que va en contra de cómo se presenta de forma natural en el organismo.
“Existe un límite para la serotonina que se puede generar y metabolizar por el cerebro”, explica el científico, “Esa baja disponibilidad de serotonina lleva a que puedan ocurrir episodios de depresión y ansiedad, luego de consumir drogas”.
A la vez, esa felicidad sintética que se consigue con las drogas, comenta el experto, va perdiendo efecto. Tras los primeros usos, sigue aportando cierto placer a los consumidores, pero ya se desacopla del estado de felicidad. Y ejemplifica “Creo que también es un poco lo que pasa para todas las experiencias de la vida que dan felicidad. No es lo mismo el cumpleaños 50, que el de cuando éramos niños a los 10”.
“Sin embargo, creo que hay cosas nuevas que uno puede hacer a los 50 años, que le dan felicidad. El desafío en la vida es aceptar el cambio y que las cosas que a uno lo hacen feliz, cambian con el tiempo”, opina Tagliazucchi.
La neurobiología está lejos de tener ubicada la fórmula para la felicidad, pero existen muchos avances en cómo evitar su contraparte, la depresión. Parte de eso son los proyectos en los que están trabajando Enzo Tagliazucchi y sus colegas del Laboratorio de Conciencia, Cultura y Complejidad de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.